La fotografía es pasión pura. Mis lamentos por todos aquellos que hacen esto por dinero. Es un mundo mágico que te lleva mental y físicamente a ideas y paisajes que nunca creíste conocer y que son difícilmente apreciables si para ti se trata sólo de un tema de ingresos. Esta sesión de la que te voy a hablar, aunque no fue en los lugares más inhóspitos del planeta, tuvo una carga emocional especialmente impactante para mí y por eso decido compartirla contigo.
Aún no logro identificar del todo qué fue eso que hizo de esta sesión un completo hito en mi mente, pero ahí está, pegada a mi memoria. Tal vez fue el sol y el sudor. Creo que nunca había sudado de la manera en que sudé ese día. Son ese tipo de pequeños detalles que de pronto son simples a ojos de otros, los que creo que representan la pasión del fotógrafo. Esas pequeñeces que refuerzan tu dedicación y gusto por lo que haces.
El día de la sesión empezamos muy en horas de la madrugada para alcanzar a hacer esa completa maratón fotográfica. Partimos en carro desde Ibagué-Colombia hasta Prado Tolima-Colombia. 3 horas después estábamos ubicando a la modelo Maria José Rivera en zona de maquillaje y vestuario. Recuerdo que nos prestaron un garaje inmenso para para atenderla.
Luego empezamos a hacer fotos en diversos lugares icónicos del municipio. A las 9 de la mañana empezamos a lidiar con el sol picante de ese territorio que no baja de los 36ºC en un día normal. La plaza era un horno, igual el parque y también la esquina histórica del pueblo. Cuando acabamos de hacer fotos en estas locaciones a las 11 am, era como si lleváramos un día completo en sesión. Así que a buscar algo de agua y sombra.
Quería 5 minutos más de descanso, pero ni modo. La lancha nos esperaba. El plan era ir hasta la Represa Hidroprado. De ahí iríamos en lancha a un hotel llamado San Marcelino de las Rosas ubicado en plena mitad de la inmensa represa. Fueron 40 minutos de viaje. 40 minutos de miedo. Pocas situaciones me producen tanta inquietud como estar cerca del agua cuando llevo mis equipos. ¿Te imaginas que se hundan en una inmensa masa de agua oscura? Por supuesto que iban todos en bolsas herméticamente selladas.
Al fin llegamos al hotel y empezamos a hacer fotos. Tras un par de cambios de vestuario, vi una palmera que llamó mucho mi atención. Dije: la pongo exactamente en la mitad para cortar el encuadre bruscamente por la mitad y ubico a la modelo a un lado, busco un contraluz directo. Claro, y puedo poner un flash detrás de la cabeza para reforzar la luz de recorte. Así quedará como si la adornara una diadema de luz.
El detalle que no conté es que para buscar esa luz de recorte, la cabeza tenía que alinearse de forma precisa con el sol. Eso me obligaba a buscar un ángulo muy contrapicado. Entonces me vi tirado en el pasto, siendo azotado por un sol que hacía marcar 39ºC en el termómetro. Siendo casi las 2 de la tarde, el sol apenas empezaba a caer un poco y me pegaba directo como si me odiara. Me decía quítate de mi vista y me hacía sudar sin compasión.
Hasta que llegó el momento en que sentí que me iba a desmayar de tanto calor. Algo que nunca había sentido. Así que tuve que pedir ayuda a mi equipo para que me taparan todos con los reflectores y poder conseguir la foto. Como te cuento, pequeños detalles que graban memorias hermosas en tu mente y te hacen decir -no podría dedicarme a otra cosa.
Contarte estas experiencias emocionales es un privilegio para mí. A veces tenemos que olvidarnos un poco de la técnica y la academia para aprender desde y para el corazón. Espero te haya gustado la historia.
Con cariño,
Sebastián Zerrate.
Síguenos en nuestras redes para conocernos mejor
Comments