Aleja confirmó la cita que había programado para a vernos en uno de los Juan Valdez de la ciudad. Yo iba con mi esposa y las manos me sudaban sin parar. Estaba nervioso porque caminábamos hacia la reunión donde hablaríamos de "fotografía de bodas" con una mujer muy amable que nos decía: "yo quiero las fotos con ustedes"
Nuestra especialización fotográfica está en el campo del retrato de alto nivel y la fotografía publicitaria, por lo que cotizar un matrimonio me ponía realmente nervioso. La fotografía de bodas tiene una carga de responsabilidad en extremo alta. Exige fotógrafos proactivos, dispuestos a improvisar, capaces de congelar momentos que ocurren por fracciones de minuto y que se dan una sola vez en la vida. Momentos importantes que se van, no vuelven y por tanto deben quedar excelentes fotos que recuerden todo su significado.
Claro que habíamos cubierto algunos eventos corporativos y un par de bodas familiares muy modestas. Sin embargo esta vez era diferente. Nos encontramos sentandos tomando café, escuchando el largo listado de preparativos que se tenían para el gran día. En ese momento pensé: Miércoles, en qué nos estamos metiendo. Esto es una boda por lo alto.
Aquí quiero decir algo importante. Si uno no tiene la suficiente habilidad y experiencia para meterse en algo y hacerlo con la calidad que te caracteriza en otros campos, es mejor dejarlo ir. A mi juicio, arriesgarte a dañar los recuerdos de una boda es algo supremamente mezquino y frívolo. Así que no dudé en decirle a Aleja que no contábamos con la experiencia suficiente en bodas para cubrir la clase de evento que iba a celebrar. Nuestra responsabilidad y ética profesional priman siempre por sobre todo.
Los ojos de Aleja, mirando fijamente los nuestros, dieron paso a las palabras que nos dieron el impulso para concretar fecha y empezar a alistar todo para cubrir ese maravilloso día. "No importa, yo quiero las fotos con ustedes. Confío en que pueden hacerlo", dijo Aleja. Una petición de este tipo te reta y te toca el corazón. Por eso dijimos, "sí"
La reunión terminó con un fuerte sismo que nos sacó de conversación. El susto y la agitación del momento del temblor, agregaron más tensión a la decisión que acabábamos de tomar... Nos despedimos con un par de risas nerviosas. Cuando Aleja se fue le dije a mi esposa, ¿y ahora?
Como buen obsesivo que soy, me dediqué por días a estudiar de lleno el mundo de la fotografía de bodas. El estudio siempre debe ser asimilado a través de la práctica, por lo que empecé a buscar escenarios donde pudiera mejorar mi velocidad de disparo, mis capacidades de improvisación, el enfoque en momentos de calor y mucho movimiento... Siento que encontré maestros en el tema que me llevaron por buenos caminos en concepto y creatividad. Por fin logré sentirme tranquilo y muy emocionado de que llegara el día.
El día llegó y el trabajo fue arduo. Mantenerte atento el 100% del tiempo para no dejar escapar ningún momento, además crear composiciones interesantes que incluyan conceptos creativos en cuestión de segundos y conseguirlo con buena técnica es todo un reto. Este reto nos enamoró completamente de las bodas. Poder acompañar a los novios en ese camino intenso y lleno de emociones profundas es mágico.
Hoy agradecemos mucho a Aleja y Haider porque fueron los primeros en darnos su confianza para cubrir un matrimonio por lo alto. La confianza es un regalo difícil de dar y difícil de recibir por la responsabilidad que acarrea. Sin embargo, permitirnos acompañarlos en ese momento de unión y celebración, marcó una nueva pasión en nosotros.
Nos enamoramos sin remedio de las bodas. Ahora dejamos nuestra piel y nuestra sangre en cada matrimonio para el que nos contratan. Así conseguimos capturar la esencia de uno de los mejores recuerdos que el ser humano puede guardar. Lo hacemos con amor y compromiso gracias a ustedes dos. Aleja y Haider, los llevamos en nuestro corazón. Siempre gracias.
Con cariño,
Sebastián Zerrate y equipo
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